
Esta casita, en la Bajada de la Libertad, va a dejar de existir en breve. Recuerdo que, de pequeño, cuando pasaba por delante, imaginaba que podría ser un lugar perfecto para vivir, sobre todo por la terraza lateral, desde la que poder contemplar a la gente pasando por debajo. Pero claro, hay otras gentes que también piensan, con perfecto derecho, que puede ser un lugar ideal para vivir, pero en un piso, y obteniendo suculentos beneficios con la operación. Aun sin conocer cuál será el aspecto del nuevo edificio que se construya (puede que incluso respeten la volumetría actual y que no aumenten alturas, seamos inocentes), me sigue pareciendo desmesurado el proceso de sustituciones en nuestro casco histórico. La riqueza de formas, colores y volúmenes se va perdiendo, así como la variedad social, que va derivando hacia lo elitista. La heterogeneidad, en todos sus aspectos, es lo que define una ciudad viva, y es lo que, desde siempre, ha caracterizado el centro de Valladolid. La especulación y la falta de sensibilidad, y también equivocados conceptos de modernidad, han estropeado y siguen estropeando la ciudad histórica, por muchos lavados de cara que luego hagamos (me refiero a remociones de fachadas). El corredor Angustias-Bajada Libertad, uno de los más concurridos y arquitectónicamente ricos de la ciudad, continúa con su degradación imparable.