Una visión crítica sobre los constantes cambios urbanos que se ven y se sienten (que yo veo y siento) en esta ciudad.

Nombre:
Lugar: Valladolid, Castilla y León, Spain

martes, mayo 31, 2011

Vivir en la calle

Son muchos los caracteres insólitos de este llamado "Movimiento 15 M", o de los "indignados" (así es como suele denominarlo la prensa). No sólo por su aspecto tan global en un país poco dado al movimiento colectivo, sino por su presencia física en la calle, literalmente ocupándola (¿podría decírse okupándola?), ante la estupefacción de mucha gente y de las autoridades (que lo son porque se lo encomendamos, se supone). Y la estancia permanente de estas personas en la calle o en las plazas, la acampada en el espacio público, es digna de admiración. Pero no me voy a poner a analizar las pretensiones reformadoras de la compleja maraña de pensamientos, deseos e ilusiones de los participantes. Lo más admirable de la persistencia de los valientes que se pasan día y noche a la intemperie es soportar un espacio público que cada vez se vuelve más inhóspito, y menos público. La pugna por dominar las calles ha formado parte de todos los poderes sociales humanos. Es en la calle donde las personas indefensas se transforman en muchedumbre amenazante, y es la calle, por tanto, una de las cosas que el poder establecido siempre ha querido controlar, con recursos de todo tipo: desde la formación de milicias del terror hasta la conversión de una maraña de callejuelas en cuadrícula de rectas avenidas. Pero hoy día, en los países "modernos", se emplean otras estrategias. Es mucho más fácil, simplemente, dirigir a las masas y dictarles los períodos en que pueden hacerse dueñas de la calle: fiestas patronales, procesiones, cabalgatas, teatros, futbolistas. En esas ocasiones, la concentración está puesta en un objetivo concreto, muy alejado de cualquier riesgo de subversión, más allá de rotura de cristales y quema de contenedores. Y si surge espontaneamente un deseo no controlado de apropiación del espacio público, entran en juego las fuerzas pasivas: suelos duros, ausencia de sombras, bancos incómodos, ruidos y humos, cámaras de vigilancia. Por eso alabo la fortaleza de quienes han decidido quedarse; porque el espacio público de hoy se proyecta para no vivir, en casi ningún sentido de la palabra.