Una visión crítica sobre los constantes cambios urbanos que se ven y se sienten (que yo veo y siento) en esta ciudad.

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Lugar: Valladolid, Castilla y León, Spain

martes, noviembre 30, 2010

La tierra es lo único que importa, lo único que perdura

Eso es lo que le decía a Escarlata la voz de su padre en la última escena. Y parece que esa realidad se ha trasladado hoy a la ciudad. La posesión del suelo, un título de propiedad, es como un tesoro escondido que puede salir a la luz en cualquier momento. A veces podría considerarse de forma literal. Al rebufo de los aparcamientos subterráneos públicos (habitualmente gestionados por empresas privadas) surgen por doquier (aunque lo que se hace es perforar) los aparcamientos privados. Además del aire, también el subsuelo parece irremediable e indisolublemente unido al derecho de uso y explotación de una superficie más o menos plana que otorgan una escritura y un instrumento urbanístico. No sé en qué país fue donde hubo que limitar, hace ya años, hasta qué altura podía un propietario elevarse, y reclamarla como suya, para que los aviones pudieran volar sin allanar morada ajena. No sé si existe alguna restricción parecida en el caso del subterráneo; el Código Civil español, al menos, reconoce en su artículo 350 que el propietario de un terreno es dueño de su superficie y de lo que está debajo de ella, y puede hacer en él las obras, plantaciones y excavaciones que le convengan (con alguna pequeña salvedad legal). Evidentemente, una concepción tan garantista del derecho individual quizás debiera ser matizada. Un aparcamiento subterráneo supone un uso desmesurado y agresivo del subsuelo; de hecho, es hacerlo desaparecer. Y puede tener consecuencias difíciles de prever antes de la excavación, como destrucción de restos arquológicos, desviación de acuíferos naturales, o desequilibrio de un inmueble colindante. Por no hablar de otras circunstancias de difícil ponderación, como el prolongado tiempo de emisión de ruidos y de suciedad al ambiente durante las obras. Bajo el patio del colegio San José (de los jesuitas) se está construyendo un aparcamiento. Empezaron en pleno verano; el ruido es constante desde entonces, y la suciedad alcanzó un cénit en el momento del derribo, sin aviso, de unas viejas construcciones de ladrillo, que provocó una persistente nube de polvo de gran magnitud por los alrededores, en un día caluroso a eso de las ocho o nueve de la mañana, cuando la gente tiene las ventanas abiertas. El beneficio privado del aparcamiento será para sus dueños. El beneficio público de todo ello es de suponer que llega, de manera puntual e indirecta, a través del pago de una licencia al ayuntamiento. Pero no sé si eso compensa a quienes sufren las consecuencias.