Más sobre el soterramiento

Debo admitir que el motivo de esta entrada es mi falta de tiempo e intención para buscar alguna otra cosa que pase en Valladolid. Pero escuchar sin querer las radios o las teles es suficiente para encontrar temas urbanos con cierto interés. El otro día debió de haber una especie de coloquio sobre el soterramiento del tren, otra vez más, pero con gente que se supone que sabe de estas cosas de planificación de ciudad. Aunque la información de lo que va preparando el grupo de técnicos a los que se encargó el proyecto, de los que sólo conozco el nombre del jefe, Richard Rogers, se va filtrando con lentitud, parece que por fin va a montarse una exposición. Pero dejando aparte la publicidad, lo que dio cierto juego a los medios de comunicación fueron las declaraciones cruzadas de los urbanistas del coloquio y las del alcalde, que vino a llamarlos algo así como izquierdosos progres por criticar la financiación de la archimillonaria operación con los beneficios inmobiliarios sobre los terrenos que van a quedar vacíos. Yo sólo soy un humilde e idealista amante de lo pequeño, y lo que voy a lamentar más es la desaparición de cosas como esta antigua báscula de locomotoras y vagones de los de antaño, que ya no se usa, pero que todavía funciona con extraordinaria precisión, o toda la cantidad de construcciones ferroviarias que se van a demoler, o trasladar, o a saber qué; voy a lamentar la desaparición de tan amplia superficie de ciudad con baja altura, que permite ver mucho cielo, y ver hasta las torrecillas de los Agustinos Filipinos desde el barrio de las Delicias, estando de pie en la acera. De hecho, no sé si el riesgo que conlleva pagar todo eso con algo como el suelo, que depende totalmente de la coyuntura (como estamos viendo ahora), no sé si el riesgo de que, inesperadamente, nadie pague lo previsto por ese terreno y no se pueda terminar de hacer todo, me produciría tristeza. A lo mejor lo contrario.